Un joven y una muchacha están solos en el balcón de un
boliche de Palermo. Él viste de smoking negro, ronda los dieciocho años. Ella,
de la misma edad, tiene un vestido rojo largo hasta las rodillas con un
pronunciado escote en la espalda en donde se ve el tatuaje de un sol. La
muchacha saca, nerviosa, de su cartera un paquete de cigarrillos. Toma uno con
los dedos temblorosos, lo lleva ansiosa hacia sus labios húmedos. Él tiene las
manos apoyadas sobre la baranda y, en la luna, la vista perdida que vuelve para
mirarla.
- Es muy raro.- Rompe el silencio mientras ella exhala la
primera bocanada y asiente con una sonrisa.- Pero estoy muy feliz.
- Yo también.- Contesta ella al tiempo que se corre su pelo
castaño de la cara pálida y da una nueva pitada al cigarrillo.- Nunca me
imaginé que pudiese pasar eso. Lo deseaba, me moría de ganas, pero no pensé que
vos.
- Y yo ni…- sonríe al minar terla frase, saca su vista de la
luna y gira para encontrarse con los ojos húmedos de ella.- ¿No te arrepentís?
- No.- Resopla indignada.- Cortala con eso, ya te dije mil
veces que no me iba a arrepentir. Me hubiese arrepentido si no actuaba, si
dejaba eso trunco. Ahí me hubiese arrepentido.
- Sos tan linda, te voy a extrañar.- Contesta, mientras
pierde nuevamente su mirada en el horizonte, en la noche estrellada.- No sé si
hice bien o mal. Pero ayer supe que era la última vez y no pude contenerme.
- Yo, también te voy a extrañar. Hicimos bien, no empieces a
torturarte al pedo. A mí me cuesta el doble. Abrir esta puerta es terrible más
estando…
- Lo sé, lo sé, desde que entraste el año pasado, en cuarto,
me flechaste y me callé por eso… Me mordía los labios al verlos tan bien y a
vos tan segura de lo que sentías. Pero ayer no pude controlarme en lo de los
chicos, ¿me perdonas? No quise joderte, te respeto.
- Dejate de hinchar, no tengo nada que perdonarte. Hice lo
que sentía e insisto la pasé muy bien.
- Soy tan boludo. Esperar hasta quinto, hasta el final, para
abrirme. Siempre te pensé como un imposible, estabas en otra y yo me moría de
ganas de que te dieras cuenta de que quería estar con vos. Y ayer cuando me
enteré, a la mañana, de que te ibas no pude callarme a la noche. Pasó lo que tenía
que pasar, sí, pero como nació, murió.
Ella se acerca al costado de él que tiembla volviendo los
ojos a la luna que sigue estando redonda y vigilante. Tira la colilla a la
calle, apoya las manos en la baranda, la derecha al lado de su izquierda.
- Entendés, siento que no nos conocimos cuando teníamos que
conocernos.
- Nos conocimos cuando nos teníamos que conocer, Leandro. Ayer
fue el momento indicado. Creo en el destino y esa era la forma. Teníamos que
estar juntos. Yo quise estar con vos, pero no me animaba y además está…- El
silencio incomoda a ambos, la nostalgia de él se le contagia a su voz.- Nada… me
voy a Mendoza, no a China. Calculo que vendré de visitas, tengo familia acá, y
nos podemos encontrar.
- No sé, ¿qué sentido tiene? Te voy a seguir jodiendo, ya
bastante con lo de ayer.
- ¡Sos terrible! A
ver, nadie me obligó. ¿Sí? No me jodiste.
- Si vos no me querés ver es otra cosa, lo respeto.
- ¿Cómo no voy a querer?
- Pasa que ahora el verte todas las semanas se convertirá en
una vez cada mucho. Va a ser duro. Antes me esperanzaba y me ponía ansioso con la
llegada de la hora en que te iba a ver. Ahora, esa hora va a ser amarga tan cargada
de tu ausencia va a quedar. Hasta antes de ayer con que me dieses un beso en la
mejilla y me peleases era suficiente para alegrarme. Ayer, todo eso que nos
tiene acá y ¿mañana?
La mano de ella se apoya sobre la de él que aleja su mirada
del horizonte para clavarlos en los de ella que tiembla de pies a cabeza. Una
lágrima cae y él la ataja con su dedo. Se besan en un profundo abrazo.
- Mañana, no sé qué decirte del mañana.
Él asiente con tristeza, mientras la luna se esconde al
parpadear.
- Me va a costar mucho. No me voy a olvidar de nada.
Ella se muerde los labios deslizando un leve “Yo tampoco”
mientras se limpia los ojos con un pañuelo rosa y mira con sorpresa adentro del
boliche.
De golpe, ingresa al balcón otro joven de la misma edad de
ellos también con un smoking.
- Amor, Leandro, ¿qué hacen acá? Se viene el vídeo y el brindis.-
Moviendo una mano como una matraca y batiendo su cabellera rubia se acerca al
joven que voltea y ve a la muchacha que se acerca al rubio.- ¡Vamos que después
es la fiesta!
- Sí, vamos.- Responde el joven al tiempo que los mira salir, ve sus espaldas,
el sol tatuado y se despide con un movimiento de cabeza de la luna que fue
testigo.
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