Wednesday, July 12, 2017

Metropolis, su simbología explícita y controversial

Resultado de imagen para metropolisHola, queridos lectores, tanto tiempo, vuelvo con un viejo análisis de la película Metrópolis (Metropolis, 1927, Fritz Lang) para dejar mi aporte en la web. Cabe aclarar que me interesa contarles mi mirada de lo simbólico que nos entrega este film desde el plano religioso y político, así que refresquen bien todos sus conocimientos sobre la Biblia y la política mundial para entrar en tema. No haré apreciaciones de actuaciones, ni de su estética, para esos tratamientos visiten otros blogs o artículos.

Comenzaré explicando un poco del argumento de la obra para aquellos que no la vieron y no se queden fuera de tema. La película está situada en el 2026, allí se muestra un mundo futurista, bastante similar a la Alemania de su época, en lo concerniente a las vestimentas y a la división de clases, pero con una gran escenografía futurista. 

En este ambiente, la burguesía observa desde los rascacielos el mundo subterráneo de los obreros, es decir, la estructura que los mantiene, desligándose del padecimiento de este. Ambas fuerzas se ven separadas, el gran burgués se encuentra en las alturas escéptico y el pueblo en la base angustiado, trabajando sin parar, lo único que puede salvar esta situación, que lleva a la destrucción, es la unión del cerebro con las manos, de la burguesía y del proletariado y esto sólo puede ser llevado a cabo por un mesías, un salvador. 

Este gran guión, considerado el comienzo de la ciencia-ficción en el cine, está escrito por Thea Von Harbou, la esposa de Fritz Lang, y en él se puede, como expliqué anteriormente, observar una gran cantidad de referencias bíblicas y también un reaccionario mensaje profético a un pueblo alemán que estaba pasando uno de sus peores momentos económicos y sociales de la historia luego de padecer la derrota en la Gran Guerra. Este último dato no lo podemos dejar de lado, sin duda, los alemanes necesitaba un film que les plantease la idea de un salvador, de alguien que arreglase la situación desesperante desde el plano social, que lograra conciliar al pueblo burgués y proletario hacia un objetivo común… por mala suerte lo encontrarán. Con esto que acabo de escribir no quiero dejar en sus mentes que el film haya tenido alguna intención colaboracionista con el régimen nacionalista alemán, pero tampoco puedo negar lo que dice la historia y la biografía de nuestra guionista que a partir de 1933, se convirtió en una de las más fieles seguidoras del nacionalsocialismo y se separó de su esposo por oponerse al movimiento quien debió huir a América. Entonces se puede entender que el pacto social entre el capitalista burgués y el obrero, por citar la secuencia más controversial del film, es una metonimia visceral de todo lo apuntado y la muestra más clarividente del mensaje de la guionista la necesidad demagógica de un héroe para llevar adelante la patria, sacando de lado la idea entendida del marxismo del proletariado tomando el poder y poniendo en imagen la unión de clases.

Acabado, parcialmente,el análisis político, paso al tema bíblico para lograr una gran reversión de tres temas interesantes: el anagrama Eva/Ave, la imagen del Redentor y la torre de Babel.
  
El anagrama Eva/Ave: Este tema plantea que la Virgen María ha venido al mundo para salvarnos del pecado original que fue causado por Eva al comer del fruto de la ciencia y el conocimiento, puesto que fue María quien dio a luz al Redentor. 

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En el film, tenemos la figura de dos diferentes mujeres que pueden interpretar estos roles, si bien no a la perfección, sí en su significado. Por un lado,  la buena de María (Brigitte Helm), una predicadora de los pueblos bajos que alienta al proletariado bajo la esperanza de la llegada de un Redentor de aquel que sacará a todos de la penosa situación de pobreza en que se encuentran, también es la joven de la cual se enamorará nuestro protagonista Freder (Gustav Fröhlich). Por otro lado, está la autómata, la robot, que inventada por Rotwang (Rudolf Klein-Rogge), se asemeja a la esposa muerta, Helm, de el padre de Freder, Joh Fredersen (Alfred Abel). Este robot, al contrario de María, aprovechara el rapto de aquella por Rotwang, quien trama planes malignos, para poner la discordia en el mundo proletario haciéndolos concientes de su situación y llevándolos a levantarse contra el poder de Joh Fredersen. Entonces, aquí se nos plantea esa dualidad, pero no sólo en esas actitudes, podemos observar la gran contrastación que se plantea, al mirar el film, en ambos personajes y sus adjetivaciones que es la siguiente: 

Eva: maldad, caos, erotismo, desunión.

María: bondad, Paz, inocencia, unión. 

Y finalmente, cabe destacar esta cita de la película para aumentar el tono demoniaco de la autómata: “La mujer estaba vestida de purpura y grana, tenía en su cofia una mano, por ella los siete pecados capitales.”
  
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Redentor: la imagen del Redentor se encuentra en la figura del hijo del gran burgués, de Freder. Este joven es quien debe llevar a cabo eso que reza a su comienzo el film en sus letras iniciales: “El mediador entre las manos y la cabeza ha de ser el corazón”. En él se ve la esperanza el nexo entre el mundo escéptico y frío de los rascacielos y el agobiado y agitado mundo del proletariado. Freder desciende a ese mundo, trabaja allí, ve lo que es la vida de esos pobres hombres que son un engranaje más de la gran máquina y que no obtienen nada a cambio, que se encuentran carentes de una identidad definida. Pero esto no le será fácil de llevar a cabo puesto que su padre comienza a ser informado de su comportamiento, y Joh Fredersen no tiene los mismos sentimientos que su hijo, es un hombre frío, que no quiere que la situación cambie y le da una importancia mínima a su hijo. Freder es el corazón, es aquel nexo que debe unir las manos, los obreros que trabajan a sol y sombra para mantener la torre en la cual el cerebro parece no mirar más que para sí mismo.
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Aquí creo pertinente también hacer una diferencia adjetival de ambos personajes al comienzo del film (estas características pueden llegar a variar, para saberlo miren la peli):
  
Freder: Puro, sensible, temeroso, ve, bondad, Mesías/mediador. 

Joh: frío, insensible, duro, no ve (vigila, maldad, tirano). 

La torre de Babel: otro de los grandes puntos. En el film, la relación es totalmente explicita, se habla del rascacielos en el cual se encuentra Joh Fredersen como la nueva Torre de Babel. Esta torre es levantado, como en la vieja historia, por esclavos, en este caso proletariado, que vendría a ser lo mismo, pero asalariados. En este mundo si bien todos hablan la misma lengua se puede notar que falta comprensión porque la inequidad de clases es extrema y ambos bandos parece solo poder entenderse por medio de la esclavitud o la rebelión. Entonces aquí tenemos planteado lo del punto anterior el cerebro no reconoce el esfuerzo de las manos y por eso se necesita de un mediador, de alguien que saque el velo de los ojos ciegos del poder.
  
En conclusión, en este caso uno debe ser totalmente inmanentista, se debe alejar de lo que en sí es la vida autobiográfica de la autora del guión para poder apreciar el objeto en sí: un gran trabajo de intertextualidad con el texto bíblico. Aunque también puede apreciarse la mano para abordar los temas actuales de su época, la lucha de clases, la crisis económica y social, y dar un mensaje de unión, obviando el objetivo final. Es un guión muy bien manejado y la película verdaderamente es espectacular desde el plano estético, revolucionaria para su época, visionaria para lo que fue más adelante la ciencia ficción toda, plantea de forma excelente un mundo futurista como nunca había sido planteado. En fin, una verdadera obra de arte para apreciar desde todas las artes: el cine, la lectura exegética, la estética y la arquitectura.


Wednesday, April 26, 2017

La magia de la música

Luego de que la banda de Jazz anunciase su última canción, me asombró que llamasen, para participar al hombre de la primera mesa que subía, cansino, al escenario con el brazo derecho enyesado. Debería de pasar los cincuenta años, con su barba cana y su rostro surcado por varias arrugas. Me llamaron, negativamente, la atención su campera de cuero gastada, su camisa arrugada y sus zapatos sucios que le daban un aspecto de abandono. Aunque hubiese sido invitado con entusiasmo como un viejo amigo de la banda que hasta el momento había dado un buen espectáculo en el bar de San Telmo, mis prejuicios me recomendaban que no esperase demasiado de ese ser que transmitía tristeza y soledad. Sin dudas, no tenía esperanzas de una actuación siquiera interesante, pero apenas comenzaron a tocar los músicos, su voz áspera y gruesa irrumpió transformándolo en un hombre completamente diferente con la potencia y la energía de un muchacho de veinte años. Increíblemente, en segundos, con facilidad y arte, enloqueció a los espectadores e hizo que me guardara mis prejuicios.

Alegre, tamborileando con mis dedos al compás sobre la mesa y ubicado en el fondo del bar, disfrutaba de la música y observaba al cantante transformado, que había sido presentado como Jaime Torres. Se movía con una fuerza y vitalidad contagiosa a través del triángulo formado entre el perfil, la pera y el antebrazo de una morocha sensual de unos treinta años que me enfrentaba. Disfrutando de esa belleza de rulos largos y labios prominentemente rojos sobre la piel blanca, veía el escenario. Así, deseaba dejarme ir en la música, viajar a través de esa vibración en el ambiente, sin embargo me costaba conectarme a causa del enojo que me producía no poder gozar de un cigarrillo a causa de una ridícula ordenanza municipal que impedía fumar en espacios públicos y privados cerrados de la Capital. Aquello caía como un gran castigo sobre mí que amaba fumar con ese tipo de música, pero lo compensaba con un whisky que movía lentamente en mi mano mientras se derretía el hielo.

La mesa la compartía con dos amigos de mi infancia: Leo y Claudia. Él admiraba cómo Teto, compañero del secundario que había reencontrado casualmente allí, tocaba la guitarra rasgando y deslizando, hábilmente, sus dedos por las cuerdas. A mí, me resultaba gracioso su físico desgarbado, su camisa blanca con flores rojas y su largo y desprolijo pelo castaño. Claudia, que salía con nosotros luego de seis meses, sólo giraba para sonreírnos cuando cantaba su amiga Sarah Milton remarcándonos lo buen vocalista que era y vanagloriarse del calibre de artista que nos había invitado a disfrutar esa noche. No la contradijimos, puesto que desde la primera canción hasta la última, nos había parecido que la joven cantante porteña, iniciada como corista en una primaria pública de Belgrano, acompañada y seguida por años de conservatorio, había logrado un alto perfeccionamiento vocal combinando ritmo y melodía.

No podíamos dejar de destacar que con Jaime Torres se había convertido en un show mil veces más espectacular, que había tomado un color más vivaz. La música se había encargado de transformar una noche más en un momento sorprendente en que el bar se llenó de una magia y una energía inefables. Sólo atinaba, como hechizado, a mover la cabeza al ritmo marcado por los instrumentos. Así estuve un minuto, hasta que me desconectó y me dejó paralizado el percibir unas fugaces miradas entre Leo y Claudia que no me parecieron aquellas que intercambiarían amigos, ni los mejores.

Estaba más que sorprendido, los conocía años y jamás se habían contemplado de ese modo. Aunque si me detenía en pensar en la actitud de Leo en los últimos meses, este momento no tendría por qué parecerme tan extraño. Entonces hice encajar su actitud esquiva y distraída, poco común en él. Pues, haciendo un poco de historia, a los dos los conocía desde los diez años, cuando ingresé al primario “Florencio Varela” de Flores en cuarto grado, ya que mis padres habían conseguido alquilar, en ese barrio, una casa más grande y económica que la de Caballito de la que partíamos. Desde un principio me integraron a su amistad que habían formado desde el primer año y desde entonces nunca nos separamos. Nos rotábamos para ir a la casa de alguno o sentarnos en los portones a jugar a la mancha, a la pelota; a contarnos secretos y chismes; a tomar, jugo, largos mates, luego, y, con el tiempo, cervezas. Ya en esos tiempos fumábamos y charlábamos de política, de nuestros trabajos y de nuestras vidas. No encontraba en mi memoria que en esos tiempos Leo ni yo nos hubiésemos interesado en Claudia más que como en una gran amiga. La relación que habíamos construido se había forjado con los metales de una fuerte amistad. De esa manera, cada uno había ido construyendo sus historias, sus lazos, sus victorias y derrotas, siempre compartiendo sus vidas, pero cada uno por su lado. Así, él y yo habíamos cosechado varios y breves romances con mujeres, nunca formalizábamos. Aquello generó que a los cuarenta no hubiésemos formado una familia mientras que Claudia sí lo había conseguido a sus veinticinco. Aunque se había divorciado, luego de diez años, de Marcos, tenía a su querido hijo Tomás.

Mientras apreciaba esas miradas que seguían intercambiando, sin prestarme la menor atención en mi rol de voyeur, caí en la cuenta de que jamás había pensado en Claudia como imaginaba a otras mujeres, con placer y goce, como, por ejemplo, volvía a disfrutar de esa treintañera. Si bien debo reconocer que Claudia tiene su belleza, para mí, fue siempre como una hermana que me había permitido expresar mis emociones sin ningún tipo de tapujos como no se las hubiese podido compartir a nadie. Leo, también, en viejas charlas que habíamos tenido, me había comentado que la sentía de ese modo, hasta solía hacer chistes contra su delgadez o contra la idea de que alguno de nosotros fuese su pareja y tuviésemos un hijo mutante a causa de lo casi incestuoso de la relación.
                                                                                                                                           
Leo siempre fue un tipo jodón, divertido, que cuando nos encontrábamos tenía una sonrisa enorme y hacía ese tipo de bromas, pero, en los últimos meses, estoy seguro, lo había notado cambiado: serio, preocupado e introvertido. Ese modo de comportarse no era habitual en él. Entonces, dándole un largo sorbo al whisky, me puse a recordar la noche del fin de semana pasado en que habíamos bebido casi cinco cerveza en mi departamento de la calle Juncal para intentar sacarle el secreto que tanto lo había estado acosando, pero no había logrado quitarle ni una sola palabra. Por fin, esa noche, en que la música descubría toda su magia había logrado comprenderlo y encontrar la revelación del silencio que había estado atándolo todo ese tiempo.

Mientras repasaba nuestra historia, con la vista fija en la muchacha, el cantante no había dejado de hacer delirar a la concurrencia que coreaba como poseída. Volví a contemplar la banda de Jazz. Jaime no dejaba de sorprenderme con la energía que emanaba de su voz y actitud, quedando años luz esa primera impresión que había dejado de despojo humano. Otra gran sorpresa fue la perfecta ejecución del saxofonista, Carlos Castillo, un muchacho morrudo, con anteojos de gran tamaño y traje de etiqueta negra, que improvisaba magistralmente. Atrapado por la dolorosa y tierna música ejecutada, cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y pude dejarme fluir hacia el placer y el goce profundo. El tiempo avanzaba con retardo, como si cada segundo tomase la extensión de horas, poniendo un abismo entre este momento y el inicio de la canción, la sorpresa colectiva de Torres, las miradas, Leo, Claudia. Mis oídos gozaban poseídos y furiosos como Odiseo, encadenado al mástil de su barca, habría de haber sentido al escuchar el canto de las sirenas habrían emitido a ese Odiseo mientras que sus hombres llevaban los oídos tapados por cera.

Como nada es para siempre, llegaba el clímax del tema que se cerró por un suave coro de Sarah acompañada por el saxo. Volví mi cabeza hacia adelante en el mismo momento en la música hacía sonar los últimos y dulces sones, abrí los ojos y descubrí la mano de Clara siendo acariciada, nerviosa, por la de Leo sobre la mesa. Se rozaban con ternura y suavidad, sin mirarse. Los dos observaban, abstraídos, a la orquesta, dejando que las manos se comunicasen. Me sentí incómodo y celoso ya que estaba solo y no podía, siquiera, compartir ese instante con un buen cigarrillo. Percibí que mis amigos despertaban un amor inimaginable, hechizados por la música y la voz del cantante que había reinado, todo ese tiempo atemporal, sobre los instrumentos.

Apoyé mi pera sobre mis dedos extendidos y entrelazados, como había hecho la joven minutos antes, para disfrutar ese cierre. Me puse a contemplarla con su vista perdida en Humberto Primo. Disfrutaba de su delgada figura, de su rostro delicado, de extraviados y exóticos ojos verdes. La música la bañaba de una sensualidad que me ponía fuera de mí, haciendo que mi imaginación me la mostrara seduciéndola, besándola, desnudándola y teniendo relaciones con esa canción de fondo. Tenía ganas de levantarme y sentarme con ella, pero todo se evaporó cuando la banda hizo sonar la última nota del saxo y sobrevino un segundo de silencio continuado por un estallido de aplausos.

Como saliendo de una hipnosis, aplaudí mecánicamente y volví la vista hacia Claudia y Leo que hacían lo mismo intercambiando miradas y sonrisas con cierto extrañamiento. En los ojos marrones y brillantes de ella se advertían lágrimas contenidas; en el rostro de él, una paradójica satisfacción frustrada. Instantánea e inesperadamente se habían cortado la exaltación y agitación generada por ese tema final. La orquesta se bajaba del escenario, saludando al público, hacia sus camerinos con los instrumentos. Solo quedaban, sobre aquel, el equipo que dos plomos comenzaban a guardar.

Como yo, nadie podía aceptar que todo hubiese concluido, a pesar de los aplausos y vítores se observaban rostros extrañados. ¿Habíamos vuelto a un tiempo mediocre y cotidiano? ¿Estuvimos conectados con un plano espiritual? Esas eran las preguntas que expresaban esas caras y mi propio ser. Ahora sonaba una pista de Jazz desconocida como música de ambiente. Mis dos amigos, también mostraban el mismo aturdimiento. No hacían más que elogiar a los músicos y al cantante, evitando sus miradas. Me resultó imposible disimular que sabía que entre ellos había ocurrido entre ellos en ese tema final. Sentí que los incomodaba, así que me excusé para salir a fumar. Leo me miró, saliendo de un pesado letargo, y me respondió que fuese tranquilo que pagaba y, luego, nos llevaría con su auto a nuestros hogares.

Humberto Primo estaba casi desolada. No había casi movimiento ese viernes de fin de mes. Las veredas, mojadas por la humedad levantaban un vapor que no me resultaba amigable. Era una de esas tantas madrugadas pesadas de Buenos Aires en las que uno suda parado. Más allá de algún caminante esporádico, me acompañaban dos patovicas que charlaban de anécdotas de noches pasadas en el umbral del bar. Sin prestarles demasiada atención, apoyé mi espalda sobre un auto blanco y encendí un cigarrillo. Exhalé la primera bocanada enojado por fumar en paz sin la música que minutos atrás había deleitado mis sentidos. Sin embargo, al inhalar, nuevamente, y cerrar los ojos, me puse contento imaginando a Leo besando a Claudia prometiéndose sueños que nunca habían creído posibles.

Los minutos en soledad caían y el primer cigarrillo se había acabado. Mis amigos seguían dentro del bar. Mi vista se perdió entre las estrellas y pasó por en las fachadas antiguas de las casas y restaurantes que rodeaban la Plaza Dorrego. El calor se hacía más amigable y disfrutaba de la noche. Pensando en qué tendría que seguir un largo aburrimiento si concretaban, atiné a sacar el segundo cigarrillo, pero me detuve cuando la suerte me hizo ver al cantante, Jaime Torres, saliendo del bar. Me alegraba encontrarme con aquel que minutos atrás había logrado fascinarme, quise acercarme para felicitarlo, pero, cuando iba a levantarme del auto, irrumpieron dos rubias chillando como cotorras histéricas detrás de él directamente a acosarlo.

Me quedé paralizado ante aquella imagen caricaturescamente degradada. El hombre parecía mil veces más decadente que antes de empezar a cantar. A su aspecto patético, se sumaba un cigarrillo apagado entre sus labios, los ojos grises y cansinos y su espalda jorobada.

-¡Ay, Horacio, no sabíamos que cantabas así!- gritó una de las cotorras que lo agarraba del brazo sano.

- ¡Muchachos, alguno tiene fuego!-  bramó la otra a los patovicas.

Uno contestó negativamente y el otro comenzó a palpar sus bolsillos, mientras yo observaba incrédulo, con mi encendedor en mi puño, al hombre que había enloquecido a todo un bar en esa visión tan paupérrima.

El muchacho dejó de tantear sus bolsillos y negó. El cantante, rendido, echó a andar, con el cigarrillo inerte en su boca y las dos cotorras revoloteando a su alrededor pasando por don-de estaba yo. Cuando, Jaime, resignado, iba a sacarse el cigarrillo, reaccioné, me acerqué con el encendedor y se lo encendí. Me miró, mejor dicho, me clavó unos ojos desesperados, palmeó tranquilo mi hombro y me agradeció como con un tácito auxilio en toda su expresión. Lo observé partir rendido con su séquito y acto seguido salieron mis amigos, primero Claudia y luego Leo, ambos contentos aunque manteniendo cierta distancia incomoda. Les conté lo que acababa de ocurrir y se rieron con ganas. Claudia cruzó su brazo como una novia en el mío, Leo se puso del otro costado, y fuimos en silencio hacia su auto.

El viaje de regreso fue igual a otros tantos. Claudia se sentó atrás y yo en el asiento del acompañante. Charlamos de la banda y de minucias personales hasta que dejamos a Claudia en su casa. En el recorrido restante le pregunté, como quien no quiere la cosa, a Leo qué había sucedido cuando los dejé solos en el bar.

-Nada - contestó con pena, sin siquiera sacar la mirada del camino.

Instantáneamente, le retruqué que no le podía creer, que los había visto en el recital y que estaban atrapados por la música y por sus manos, entonces me objetó lo que había presentido en ese cierre musical.

- Eso fue todo, Pedro, la magia de la música. En ese momento nos sentimos capaces de todo, más yo que ella que fui el que tomó la iniciativa. Fue como si hubiésemos mutado. En el fluir de ese instante lo único que importaba eran las emociones. Te juro que me la imaginé besándola, desnudándola y haciéndole el amor bajo una suave lluvia, hace días, meses, que venía así y no encontraba la manera de transmitirte que me enamoré de quien había considerado una amiga, una hermana del alma.- Cada palabra salía de su boca, aún observaba atento al frente,- Cuando se separó hace seis meses, empecé a verla como mujer. En esos minutos, se cambió la historia, la acomodó a mí deseo inconscientemente. Para que mentirte si lo habrás notado, las manos que se acariciaban lo hacían con un sentimiento especial. Pero la música se acabó, viejo. – Por fin me devolvió la mirada con tristeza.- Habíamos llegado los dos a mirarnos seductoramente como jamás lo habíamos hecho, pero, el fin de la canción nos hizo reencontrarnos con los mismos de siempre, nos vimos ridículos y tornamos nuestros ojos al escenario, después, vos saliste a fumar. Cuando no estuviste no pasó demasiado, recordamos viejos tiempos, me habló de cómo le iba a Marquitos en la escuela. Fue eso, nada más que la magia de la música, de esa voz que cambió todo. Un momento fugaz. Una lástima.


Llegamos hasta mi casa, lo despedí y me bajé del auto meditativo. Antes de entrar encendí otro cigarrillo, sentándome en las escaleras que conducían a la entrada y mirando cómo se alejaba el auto de Leo y comencé a intentar, revivir, inútilmente, esa magia tan lejana.

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Hace mucho que no posteaba y extrañaba mucho hacerlo, pero estaba (y aún estoy) con muchas obligaciones. Para compensar mi larga ausencia les voy a regalar el análisis de dos films que –desde mi modesto punto de vista- están relacionados por una de sus temáticas y mensajes, al cual voy a englobar con un proverbio de A. Machado que dice lo siguiente: “Busca a tu complementario, que marcha siempre contigo y suele ser tu contrario”. ¿A qué viene esto? Básicamente, en las dos pelis, Black snake moan (Black snake moan, 2006) de Craig Brewer y Una canción del pasado (A love song for Bobby Long, 2004) de Shainee Gabel, se muestra el choque de personajes opuestos y solitarios, en situaciones complicadas que al juntarse logran una combinación genial para la historia. Es interesante ver que en ambos films es importante el arte, en Black snake moan el blues y en Una canción del pasado la literatura, aunque la música en las dos películas tendrán un rol esencial. Finalmente, deseo destacar que los protagonistas masculinos de cada película son –a mi gusto- una de las mejores duplas del cine: John Travolta -el literato- y Samuel L. Jackson –el blusero- (Pulp fiction, 1994).


Las tramas
   
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Black snake moan comienza con dos historias paralelas de vidas que se están yendo al diablo: por un lado, la de Rae (Christina Ricci), una ninfómana que sufre porque su novio (Justin Timberlake) partió a la milicia, y entre sexo, alcohol y drogas termina inconsciente, golpeada y medio desnuda en un camino rural; por otro lado, el religioso granjero Lazarus (Samuel L. Jackson), un retirado blusero al que lo acaba de dejar su mujer por otro hombre perdió el sentido de la vida. Pero el azar hará que Lazarus encuentre el cuerpo de Rae y lo lleve a su casa,  absteniéndose de llamar al hospital o a la policía ya que sería el primer acusado por ser negro. Ya en su hogar, la cura, la cuida… y al enterarse de su enfermedad, atravesado por su moral evangelista, decide sacarle el demonio de la ninfomanía de una forma muy drástica, ¡encadenándola en su radiador para que no salga de su casa!


Resultado de imagen para A love song for Bobby LongUna canción del pasado nos enmarca en Florida y luego en Nueva Orleáns y cuenta la historia de una adolescente, Pursy (Scarlett Johansson), que vive en una caravana con su novio, Lee (Clayne Crawford), alejada de su madre. La acción comienza cuando tiene la noticia del fallecimiento de áquella y se dirige a Nueva Orleáns para asistir a las exequias y recuperar la casa de su infancia, que cree abandonada. Pero se lleva una gran sorpresa al ver que está habitada por dos amigos de su madre que llevan una vida etílica importante: Bobby Long (John Travolta), antiguo profesor de literatura inglesa en Alabama, y el biógrafo Lawson Pines (Gabriel Macht). Ambos se han instalado cómodamente en la destartalada casa desde hace años y no tienen la menor intención de irse. A medida que el tiempo pasa y van aprendiendo a convivir, Bobby, Lawson y Pursy irán descubriendo verdades, relacionadas al relato de sus respectivas vidas, que los dejaran perplejos.
 
Los análisis
 
Resultado de imagen para black snake moanVoy a empezar con Black snake moan subrayando las geniales actuaciones de Jackson -que logra grandes momentos de bluseo con su guitarra y su voz- y de Ricci -que cumple perfectamente con su rol de ninfómana, con intensas situaciones dramáticas. También están muy bien logradas las escenas de cuando Rae intenta escapar de la casa encadenada y cuando Lazarus toca el tema que le da nombre a la película. La diferencia principal de este film con Una canción del pasado es que su problemática se centra especialmente en la cuestión sexual la mujer y que deja un mensaje muy moralizante, motivado por Lazarus, un ser altamente evangelista que desea sacar el demonio del cuerpo de Rae.
 
Es preciso señalar la tensión y la antítesis que se genera entre los personajes, por un lado la mujer blanca vista como una chica débil, promiscua y con un pasado duro que no puede sobrellevar sin el sexo, frente al hombre negro, fuerte, solitario y perseverante que todo lo logra gracias a la religión y la fe. En fin, el film nos muestra la redención de dos seres totalmente opuestos que estaban totalmente arruinados y que logran apostar por la vida, superar sus conflictos internos para salir adelante.
 
Tengo los siguientes puntos en contra para la peli: no me convence la actuación de Justin Timberlake; en algunos momentos el film cae en sentimientos muy moralizantes, quizás a causa de la fuerte caracterización de los personajes y hay ciertas resoluciones de conflictos que parecen poco creíbles o muy tirada de los pelos. No obstante la recomiendo porque se disfruta, tiene muy buena música escenas muy laburadas.

Le toca el turno a Una canción del pasado en donde las actuaciones también son fenomenales (atención a las dos geniales canciones tradicionales que interpreta Travolta) y -a mi gusto- logra una mayor unidad que el film anterior, es mucho más prolijo en la historia y evita caer en resoluciones increíbles y sentimientos moralizantes como Black snake moan.  Aunque también es un film que apuesta por la vida, la superación personal y la redención de seres invisibles, de gente que sin importancia, alcohólicos, perdedores, jóvenes desorientadas, seres de apariencia fuerte, pero de una debilidad interior extrema.

De modo similar que en Black snake moan, se ve el choque de personajes incompatibles representado por los sexos. Por un lado, los hombres como seres decadentes, derrotados por el alcohol y la desidia, que viven en un mundo hermético y quimérico, un sitio apartado, solitario y miserable, donde sólo existe la casa que ocupan, el bar, una calle, un cementerio y un río tranquilo; por otro lado, la mujer como generadora de tensiones y enfrentamientos, que representa el orden y rechaza el estilo de vida de ellos. La resolución de sus conflictos se logra a través de una narración pausada, medida y poética. Porque, en fin, la peli es una gran narración, bañada de citas de grandes autores norteamericanos (T.S. Elliot, Robert Trust, W.H. Auden y otros) y porque es una historia sobre literatura y amor entre seres humanos a un nivel profundo.
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No tengo nada negativo para esta peli, sólo remarcar que la interacción entre personajes de tres generaciones distintas que abre las puertas a la tolerancia, la sinceridad y las confidencias, donde los hechos desconocidos de sus propias vidas que se revelan cambian todo. Una peli altamente recomendable, más aún para los amantes de la literatura.

En síntesis, más allá del trato diferente de la temática, en ambas películas se puede disfrutar de la convergencia de mundos diferentes y duros que logran salir a flote a través del afecto, el cariño y el creer en algo verdadero luego de tantos fracasos, frustraciones o situaciones horribles, “(…) porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero” (Rayuela, capítulo 32).


Bueno, espero que les hayan gustado los análisis, por ahí me haya quedado corto con algunos temas y de más pero me interesaba enfocarme en una temática sola el que tiene ganas y vio alguna de las pelis comente lo que quiera. También, me hubiese gustado haber puesto algunas de las citas de Una canción del pasado pero se me hacía todo muy extenso, el que tenga ganas ¡dale que va! Saludos.

Sunday, May 22, 2016

Encuentro

El tren se dirigía veloz hacia Moreno en una fría tarde de junio. Sentado en el segundo vagón, Federico leía una novela de ciencia ficción mientras escuchaba jazz desde su celular. No esperaba que nada especial ocurriese ese día que iba llegando a su fin, sino que se repitiese uno de sus tantos cierres monótonos y solitarios.

Federico hacía más de tres años que cumplía un mismo ritual, pocas veces roto (algún cumple familiar era la única causa que podía lograrlo) que consistía en despertarse temprano, ir a matar el tiempo en el tedioso trabajo de oficina, cansarse, aburrirse y volver en tren, semidormido, apelmazado de gente, para encerrarse en su refugio donde podía sentirse seguro y protegido de las sombras, de la violencia del afuera.

Esa tarde que daría paso a la noche en pocas horas, Federico no esperaba que, al bajar de la estación y correr hacia el colectivo que estaba en la parada subiendo a las personas que lo iban llenando, chocaría contra un cuerpo que cambiaría su idea de que ese fuese un día más y, también, contra la inevitable ruptura del ritual. Federico, en su carrera, había chocado con una bella joven: rubia, pelo corto, ojos celestes, misteriosos, figura delgada y casi de su estatura. Ella había caído de espaldas al suelo, logrando apoyar los codos para evitar el golpe en la cabeza y Federico se murió de vergüenza casi cayendo sobre ella. Por suerte, pudo reaccionar rápido, la ayudó a levantarse con torpeza, mientras que ella lo miraba con un rostro en el que se mezclaban el enojo, la vergüenza y una leve sonrisa.

- Per… Perdón, señorita, no quise…

- ¡Sos un animal, para que tenés ojos! – clamó la joven entre dientes al tiempo que Federico observaba como se iba el colectivo y pensaba en que debería esperar media hora para el próximo.

- Disculpe, es que se me iba el colectivo y… se fue. - notó que uno de los codos de la joven estaba sangrando y que ella aún no se había percatado. - ¿Tenés alcohol en gel o Pervinox? Tenés lastimado.

Ella se miró el codo derecho con impresión y negó con la cabeza.

- Te puedo acompañar a la farmacia de acá a una cuadra si no te molesta.

La mujer pareció desconcertada ante estas palabras y, ahora, su rostro reflejaba un comienzo de confianza. Se sacudió la parte trasera del pantalón, se acomodó la cartera en el hombro y asintiendo dijo:

- Vamos.

Fueron dos cuadras bastante silenciosas. Ninguno de los dos se animaba a romper el hielo. Él sentía su cuerpo temblar. Lo primero que se compartieron fueron los nombres, así Federico supo que ella se llamaba Irina, también, que vivía por la zona. Él no se hallaba en su mejor día para establecer vínculos así que tampoco insistió en buscar mucha más información. Pero la miraba mucho, profundamente, había algo especial en ella que no entendía, que no lograba desentrañar y que, quizás, no debía ser entendido con la cabeza.

En la farmacia adquirieron los productos y, fuera de allí, Irina le pidió a Federico que la ayudase a limpiarse a lo cual accedió sin problemas. Cuando finalizó su tarea, la despidió con un beso en la mejilla pensando que era una bella mujer que solo vería en ese instante y nunca más, sintió un vértigo inexplicable. Los dos cruzaban la calle para, luego, seguir diversos rumbos mirándose a los ojos.

- ¿No querés tomar un café? Yo tengo un rato libre.

Federico no lo dudó, aceptó la propuesta y se dirigieron hacia un bar que quedaba en la esquina. Se sentaron frente a frente, el mozo se acercó veloz y pidieron dos cortados en jarrito.

Irina comenzaba a soltarse más en la charla. Le comentó que tenía veinticinco años (siete menos que él), que trabajaba en un laboratorio como técnica bióloga., que estaba en pareja hacía dos años, que estaba en un período complejo de su vida y que le interesaba todo lo referente a los astros. Federico no podía creer como iba encontrando el encanto de ella en cada palabra, en sus gustos y disgustos, como se perdía en esos ojos celestes que observaba hipnotizado.

Ella sacó el primer cigarrillo que inició la bruma que cubría sus rostros creando un sinuoso espacio. Sus miradas se cruzaban, por momentos, penetrantes, por otros, esquivas. Se miraban, hablaban, se degustaban, se medían, se seducían, se tanteaban con las palabras. A Federico le empezó a gustar locamente. Ambos entendían que comenzaba un juego, de retóricas, de posturas y gestos. Entonces, cayó, como una piedra, en Federico, ese dato sobre su vida que le había dado Irina, en el momento previo a comentarle que tenía una relación muy unida con su madre, no así con su padre, de que estaba de novia. Eso, ahora, le sonaba como una cruel burla ya que se moría de ganas por besar esos labios que le hablaban y reían. Los veía embobado, pero no quería robarle un beso, se lo quería ganar.

Lo peor de todo sobrevino cuando ella le habló directamente de su novio, de sus problemas. Pudo escuchar, pero evitó los comentarios. Sentía un nudo en la garganta y se dio cuenta de que ella lo había notado, ella parecía notar todo.

Se hacía tarde, habían perdido la noción del tiempo y ya eran las nueve de la noche. Irina anunció que debía irse. Federico sintió el temor de perder esa oportunidad. Escuchó a su impulso y le dijo lo que sentía por ella. Irina, se sonrojó, respondió, primero, con un hondo silencio. Luego, le dijo que le encantaría probar en un futuro, que era extraño que sintiese eso con un recién conocido, pero aún debía resolver sus asuntos y ella no era de dejar a un hombre para correr a los brazos de otros. Por otro lado, le agradaba ese juego que se había generado que lo convertía en secreto. Federico sonrió y levantó la mano para llamar al mozo, al cual le pagaron la cuenta en silencio ya que las miradas eran lo único que podían transmitir lo que a las palabras les era inexpresable en ese plano en el cual se transitaba el dolor de la despedida.

Antes de partir, se pidieron el número de sus celulares para estar en contacto. Él le dijo que contase con él si lo necesitaba, que, aunque no fuese su amigo, pues odiaba las etiquetas, si ella lo precisara le daría una mano. Irina le sonrió y se despidieron con un fuerte abrazo que cerró el encuentro.


Sunday, May 17, 2015

Fantasía de vida (2008)


            Entran al café, se sientan, primero la mujer, último el hombre; se acomodan, piden algo para tomar, conversan, fantasean, actúan, aletean.

- Ponemos el foco en un lado, pero el inconsciente mira todo. Podría nombrarse a ese estado mental Ignorancia del momento. El que menos sufre, en ese caso, es el que ve la totalidad, el que carece de moral o tiene la propia, un ser auténtico, no hablo de la moral kantiana ni aristotélica, sino en general. En cambio, el moralista cuando decide esa forma de vida se miente, se pone trabas para negar lo que se le escapa, una venda en los ojos del instinto, de lo natural, del inconsciente.

- ¿Cómo evitas los juicios que nos inculcan la familia, amigos, escuela, televisión y demás?

- No lo pensas. Borrón mental, una suerte de Método Cartesiano, pero echando a Dios sin escrúpulos. No te planteo que seas atea, creo en Dios, siempre debe haber algo superior para no caer en el nihilismo, no me gusta chapotear en la nada. ¡La moral cristiana habría que desterrar! ¡Qué primero fue el hombre! ¡Qué hay un camino correcto y otro que lleva a la perdición! ¡Eso, lo escribió un hombre, no puede ser una elección de vida o sí! ¡Yo ni loco la elijo! Al hablar de moral e inconsciente resalto que separando esas dos fuerzas se genera una libertad superior, no te atas a la duda de esto no lo hago porque está mal ¡lo haces y listo!

- ¡Así todo sería un caos! La moral se creó para vivir en sociedad y diferenciarnos de los animales.

- Sí, muy diferentes. Somos seres totalmente psicóticos que se visten porque sienten vergüenza y no es moral andar desnudos; que trabajan a veces de lo que no desean para conseguir dinero que les sirve, con suerte, para saldar sus necesidades básicas y sentirían vergüenza si los ven comiendo de la basura porque tienen hambre y hacen lo que necesitan, eso choca contra la moral y la buena educación; hasta nos obligamos a dormir cuando no tenemos sueño por miedo a despertarnos tarde y perder nuestro empleo, pero no lo hacemos, habitualmente, por el cansancio natural o cuando se nos da la gana porque no es moral dejar las obligaciones para descansar.

”Sé que es imposible y utópico de mi parte. A lo que voy es que, por ejemplo, tengo ganas de besarte y aparecen un montón de moralidades en mi cabeza, trabas que frenan el instinto y el sentimiento de hacer algo tan natural como darte un beso. Mi acto cambiaría todo entre los dos, frente a los compañeros de trabajo que analizarán si moralmente está bien que hagamos esto.

- ¡Tantas vueltas para besarme! Me gustas, soy consciente de que cambia todo, que después de esto nos vamos a pensar de otro modo. Hay que relajarse más, vivir porque los años pasan y…

- ¡Los años, los años, los años! ¡Esa palabra! Es inevitable que el tiempo, que los años, como vos decís, pasen fisiológicamente, pero el tema va más allá y lo saben todos, vos también. Un amigo me calmó un día planteándome que el tiempo se mide por las despedidas. Lo repensé y para mí se calcula por la experiencia, allí se encierra lo otro. ¡Qué experiencia más dura que la despedida! En fin, la experiencia, tanto de vida como intelectual, es la que nos hace madurar, no los años.

- Estoy de acuerdo, soy joven, pero pasé vivencias que caen sobre mí como siglos, padres que siempre estuvieron encima, menos cuando los necesité; frustraciones y engaños de todo tipo y muertes de seres amados. Soy consciente de eso desde los doce años y de allí en adelante no dejé de reaccionar a favor o en contra, pero reaccioné, lo viví, aceptando y amargándome lo menos posible.

- Está perfecto. No sirve ser un autómata que se cree feliz porque tiene familia y trabajo pero nunca hizo sinceramente lo que quiso. Por ahí pensó en algún momento “me quedo a vivir en San Luis y no le aviso a nadie” y ¡Zas!, apareció la moral, el “no podés porque”, la familia, la novia con la cual está por casarse, su trabajo, así termina resignando lo que anheló por miedo al rechazo y a quedar marginado, por ir a lo que le venden en un paquete con la etiqueta lo seguro, y porque no podemos vivir solos. Te digo lo que siento porque te veo tan linda y joven que no quiero que caigas.

- ¡Sos tan tierno! ¡Basta con la edad!, si me gustas es por eso, por lo inteligente que sos.

- No es inteligencia, llamalo experiencia.

- Como quieras, pero dejaste en el tintero lo de la separación del inconsciente y la moral, lo voy a  desarrollar a mi manera. Por ejemplo, hay días que desearía mandar al diablo al jefe y lo sueño seguido, así que eso anida en mi inconsciente, pero no lo hago porque me despedirían.

- ¡Ejemplo extremista, mujer!

- ¡Déjame terminar! En ese caso la moral sería un instinto de supervivencia, de protección ante lo impuesto, tan primitivo como el inconsciente, y lo usamos mucho. Estás en lo cierto al decir que somos psicóticos porque estamos desnaturalizados y humanizados, pero no te preocupes tanto, la vida es una sola, disfruta el momento, no te amargues, hay cosas que valen la pena. Dame un beso.

Se besan, la mujer tiene la última palabra y el hombre fue el primero, planean, vuelven a la realidad

Sunday, August 24, 2014

Los ángeles existen y están entre nosotros


En esta entrega se repitirá director porque realmente vale la pena recomendarles otra película que nos regala el genial Luc Besson, una verdadera joya llamada: Angel-A (Angel-A, 2005). Un film que siempre me llamó la atención, por su estética, en blanco y negro, que le otorga una mixtura con el mundo del comic.

Por otro lado, París es homenajeada y protagonista, se recorren los sitios más importantes de la ciudad con excelentes tomas e imágenes, cabe destacar que la atmósfera que genera el blanco y negro se genera una visión novedosa (y hasta si requiere melancólica). También repito a un actor: Jamel Bebbouze, el verdulero de Amélie, que aquí hace el papel protagónico de André y como de costumbre en los films de Luc Besson la mujer, Ángela (Rie Rasmussen), es la que tiene el rol de salvadora, de ángel.

 Al plantear una trama lineal simple, sin retorcijones, nos encontramos con una película conmovedora,  dulce, amena y  atrapante. Besson no trata de sumergirnos en telarañas de mensajes o en diálogos complejos sino en palabras llanas y entendibles que nos llegan a lo más profundo del corazón y nos conmueven.

Una pasadita por la trama con pequeñas observaciones

El film es una comedia (con un humor ácido) con tintes románticos, de drama y de fantasía que muestra la desastrosa historia de André, un hombre que está hasta el cuello de deudas y totalmente solo en París lo que lo hace tomar la decisión de suicidarse. Pero cuando está por tirarse al río ve a un costado a una mujer, Ángela (muy alta, flaca, rubia y bastante bonita), que le gana de mano y se tira primero. El papel que cumplirá esta muchacha luego de que André le haya salvado la vida es el de arreglarle la de él. A medida que avanza el largometraje nos vamos dando cuenta rápidamente de las intenciones y de hacía dónde apunta, también de las sutiles pistas que da Besson para que no dudemos de que ella es un ángel. No importa mucho la sorpresa en el espectador (desde mi modesto punto de vista, puedo estar diciendo una burrada) sino el mensaje que da que es muy rico.

El lindo mensaje

Como escribí en el párrafo anterior el mensaje que da es muy rico. Desde el comienzo se nos muestra a un ser totalmente devastado por las deudas, la falta de amor propio y de los demás, mentiroso, que no puede generar confianza en nadie y que desesperado por su situación y no tener ayuda decide la dura determinación de suicidarse. Pero -como ya expuse en el argumento- es “salvado” por Ángela quien ha caído del cielo para demostrarle que puede cambiar, que puede ser mejor, que no es un hombre malo sino que le falta algo tan importante como el amor y ella intentará que abrá los ojos y el corazón para que lo acepte y se acepte. Claro que eso no es tan fácil de conseguir señoritos y señoritas, hay una complicación y surge cuando ella le declara que es un ángel, André, obviamente, no le cree, se le ríe en la cara y le pide pruebas, entonces aparece el tema de la fe ¿cómo un ser que no se quiere, que perdió el amor a la vida va a creer que un ángel desea ayudarlo? ¡Justo a él! En sí, es una situación muy límite la que transcurre André para lograr una mirada interior positiva de él, pero podría tomarse esta elección más suavemente como esos momentos en que uno desea que la tierra lo trague por la decepción y la desesperanza en sí.

Para concluir, les recomiendo que miren esta película, bajenla de por ahí y sepan que van a  disfrutar de una hora y pico de ternura y de un mensaje esperanzador de amor propio, humano y angelical.

Sunday, August 17, 2014

La vengadora del bien



El nuevo post que ha arribado es sobre el film: Amélie (Le Flabeux destin d’ Amélie Poulain, 2001) de Jean-Pierre Jeunet. El punto de partida para encarar el comentario de una película tan rica será el de la pintura de Renoir que  recorre el film (y encabeza el post): El almuerzo de los remeros

Como sabrán los que disfrutaron de la película, y para los que no lo hicieron se enteren, esta obra tiene un papel estructural puesto que un magnífico personaje, Raymond Dufayel (Serge Merlin), una especie de Dios-psicólogo (locura e invención propia que desarrollaré más adelante), año tras año dibuja el cuadro para descifrar la expresión de la mujer con el vaso, en el medio del grupo pero, a la vez, fuera de este. Una interpretación interesante del cuadro es que, si bien todos esos personajes parecen estar pasándola muy bien en ese club naútico, en sí, ningún interactúa con el otro. Se puede observar que todos están dispersos, fuera de la situación, simulando conversar, y, aunque sus miradas lleven de personaje a personaje, se puede apreciar, claramente, el individualismo, la soledad y la falta de comunicación del ya fortalecido mundo burgués de fines del siglo XIX. 

En fin, ese análisis pictórico sirve para relacionarlo con el título del post, porque Amélie (Autrey Tautou), luego de una situación azarosa desencadenada a partir de la noticia de la muerte de la princesa Diana, rompe su ensimismamiento, sale de su soledad burguesa y sin sentido para ayudar a la gente que la rodea (su padre, sus amigas y empleados del restaurante donde trabaja, sus vecinos y un extraño muchacho del subte que le roba el corazón) y cambiarles o mejorar sus vidas.

Amélie es una muchacha con una infancia rara y padres muy especiales. Por un lado, su madre es una maestra dura y algo neurótica que fallece patéticamente en compañía de ella cuando niña; por otro, su padre es un médico inexpresivo, tedioso, que no comprende que su hija no sufre ninguna enfermedad privándola de ir al colegio y socializar normalmente. Este hecho la lleva a transitar una infancia de juegos solitarios y amigos imaginarios. Al crecer, trabaja de camarera en el Dos molinos, vive sola, con sus “pequeños placeres”: meter la mano en los sacos de granos, meter la cuchara en una creme brulée y lanzar piedras en el canal Saint Martin. Todo esto es narrado por una voz en off en pocos minutos de una forma espectacular que resume la vida de Amélie ab initio hasta centrarnos en el punto en que la historia comenzará a transcurrir por si sola hasta su desenlace.

Como escribí antes, la vida de Amélie cambia radicalmente al oír la noticia de que Lady Di falleció, eso produce que se le caiga la tapa de su perfume y golpeé contra un zócalo flojo de su baño que se desprende de la pared donde encuentra una cajita de lata con recuerdos de un niño que vivió en su departamento. Entonces, comienza a indagar entre sus vecinos quién habita ese lugar. Así conoce a Madeline Wallace (Yolanda Moseau), una mujer que vive para llorar, encerrada en el pasado de un esposo infiel y aferrada al recuerdo de las cartas que le escribía desde el ejército; también conoce a Raymond Dufayel, el dibujante, quien le da la posta de la persona que busca. Al final, devuelve –anónimamente- la lata a su dueño y al ver lo que produjo comienza a tomar el rol de heroína secreta, de vengadora del bien, se pone el disfraz del Zorro para seguir su legado.

Retomo el cuadro de Renoir y a Raymond Dufayel que es un hombre que vive encerrado (por una enfermedad de huesos de cristal) y solo, dibujando, una y otra vez, el cuadro de El almuerzo de los remeros entablando una relación similar a la de un Dios-psicólogo para Amélie ¿Qué avala esta locura? Que este hombre sabe todo de todos, los observa desde su filmadora, es un ser omnisciente, que guía y alienta a Amélie para que consiga su felicidad y salga de su soledad, pero la única que tiene el poder para hacerlo es ella. Lo de psicólogo lo fundamento (en parte para que los ateos y científicos se sientan más contentos) con el deslizamiento que hace de Amélie a la muchacha del vaso, en charlas intercaladas él sacará la personalidad del personaje y a la vez la analizará a ella en su relación con la vida. Hay homologación entre los dos aspectos por eso uno las palabras. Una de las conversaciones que más me gustan es:

Raymond: – ¿Quieres decir que prefiere imaginarse a sí misma relacionándose con alguien ausente que formar relaciones con los que la rodeen?
Amélie: – No, quizás intente arreglar los líos de vidas ajenas
Raymond: – ¿Y ella qué? ¿Y sus propios líos? ¿Quién los arreglará?
Amélie: – Es mejor ayudar al prójimo que a un gnomo de jardín.

Otra característica brillante es la representación de París y los personajes de la ciudad. Aquí cada uno difiere y se complementa con el otro, aunque al principio se los muestra totalmente individualizados (analogía con el cuadro). Pero nada está librado al azar, todo lleva a una perfecta conexión  que Amélie pasara a ligar a través de su recorrido y los conflictos entre ellos que serán arreglados (o por lo menos eso intenta) por nuestra bonita y pura heroína. Paso a describirle sucintamente los conflictos en los que Amélie pone su magia para solucionarlos que se puede pensar como esa enigmática mujer tomando su vaso de agua que solo intenta entrar a estos seres con el amor:

Collignon (Urbain Cancelier) y Lucien (Janel Debbouze): El primero es el dueño de la verdulería del barrio y el segundo, Lucien, el empleado, un muchacho muy especial que hace con gran amor su trabajo, pero es maltratado por su jefe por la lentitud que tiene (la vengadora se encargará de esa injusticia).

En el Dos Molinos: aquí hay varios personajes, por un lado Hipólito (Artus Penguen) un escritor fracasado; Gina (Clotilde Mollet) que es acosada por su expareja, Joseph (Dominique Pinon) que no se va del café y le graba las conversaciones con otros hombres y se las pasa al instante tratándola de pérfida, de mujer fácil y esas cosas feas en las que no se debe tratar a ninguna mujer; por último, está Georgette (Isabelle Nanty), una mujer que vive quejándose de todo en su pequeño puestito de tabaco y billetes de lotería.

Nino Quincampoix (Mathiu Kassovitz): el amor de Amélie, un muchacho que conoce en el tren, que se pasa su tiempo buscando a un personaje misterioso que se saca fotos en las máquinas de fotos-carnet instantáneas y las rompe, lo que le da un tono de triller al film. Además, en una persecución de Nino por su presa se le cae un libro con una colección de ese tipo de fotos que termina en manos de Amélie y lo que genera la unión de estos especiales personajes.

Su padre: Luego de la muerte de su esposa se convirtió en un hombre más cerrado de lo que era, no quiere realizar ninguno de los viajes que tenía planeados con su mujer y no sale de su casa, lo único que hace es cuidar un altar, con un enano a la cabeza (parte de la solución, por favor, no pueden perderse toda esta pequeña historia que se genera a partir del gnomo).