Sunday, January 19, 2014

Para corazones rotos nada mejor que una porción de pastel de arándanos


Esta vez comparto el comentario de una película del gran director chino Wong Kar-Wai en el mundo de Hollywood que reflexiona en que se puede seguir adelante a pesar de los golpes el amor: "My Blueberry Nights (2007)" 

La trama presenta tres historias conectadas y enmarcadas por el personaje de Elizabeth que destrozada por un desengaño amoroso, conoce a Jeremy (Jude Law), el dueño de un bar, al cual le da la llave de su ex (que la ha abandonado) para que se la devuelva. Con los días de visitas para ver si el otro las había pasado a buscar, se va entablando una amistad en la que la ayuda a curar sus penas con pastel de arándonos y  historias sobre otras llaves, cual "Las mil y una noches", como relato para salvar de la muerte, del dolor. Sin embargo, luego de largas noches, decide partir de Nueva York para olvidar y encontrarse a sí misma.  

De esta manera, conduce hasta un pueblo en donde trabaja en una cafetería de día y, de noche, en un bar. Allí conoce a Arnie (David Strathairn), un policía alcohólico que también intenta olvidar, pero con menos suerte, a Sue Lynne (Rachel Weisz), una femme fatale por la que vale la pena morir. Al culminar dicha historia, se marcha a Las Vegas donde conoce a Leslie (Natalie Portman), una jugadora de póquer desconfiada de todos y, en especial, de su padre.  

Todas esas historias sirven para darle a Elizabeth una forma de aprender cómo se representa el amor en cada persona, cuáles son sus consecuencias, qué dolores provoca. Estas se convierten en un camino para rearmar su personalidad y volver al punto en que la espera Jeremy quien ha intentado ubicarla comunicándose por la narración de sus postales, sus historias de viaje. El que haya otro en el final del camino es  motivo para recorrerlo No fue tan difícil cruzar esa calle, después de todo. Todo depende de quién espera al otro lado.” 

Es interesante destacar el motivo de las "llaves" pues el encuentro con Jeremy la hace tropezar con una gran cantidad que él guarda en un frasco sobre la barra, la suya propia tambiénEstos llaveros pertenecen al pasado, guardan sentimientos, congelan el tiempo y enlazan historias de amor truncadas que esperan volver a empezar – ¿Crees que vendrá a por las llaves?/ - No lo sé. /- Los clientes llevan años dejándome llaves.- A veces se las llevan a los pocos días. A veces a las pocas semanas.- ¿Y la mayoría de las veces? La mayoría, las llaves se quedan en el jarrón.- ¿Y por qué las guardas? Deberías tirarlas.-No. No podría hacer eso.- ¿Por qué no?- Si tirase las llaves… esas puertas quedarían cerradas para siempre. Y no soy quién para decidir eso. Sin embargo, también existe una visión pesimista que Elizabeth plantea: A veces, aunque tengas las llaves, esas puertas aún… no pueden abrirse, ¿no? Incluso si está abierta la persona que buscas tal vez no este ahí. 

Se puede pensar que las tres historias enmarcadas en el viaje de Elizabeth representan el camino simbólico de un ser en búsqueda del deseo de iniciar su propia historia amorosa luego de sepultado el deshonor. Una huida emocional por la ruta 66 que la conduce a  distintas lugares con las que comparte su experiencia, aprende y cobra sentido esa frase que dice “¿Cómo le dices adiós a alguien al que no puedes imaginarte sin él? No dije adiós. No dije nada. Sólo me marché. Al final de esa noche, decidí tomar el camino más largo para cruzar la calle.. Así como las sombras de los trenes acechan a los personajes, los recuerdos también. Las personas y los recuerdos se conforman en un todo que hace que ella sienta que algunas veces nos espejamos. El otro y la experiencia de reconocerlo es ese viaje de búsqueda interior que arranca en Nueva York, va por la ruta 66, pasa por Las Vegas y llega directo al corazón. "A veces dependemos de otras personas como espejo. Para definirnos y decirnos quienes somos. Y cada reflejo hace que me guste un poco más lo que veo.” 

Finalmente, hay que exaltar los bellos planos que regala Wong, su precioso manejo de la imagen. Con ella propone el juego de frenar el tiempo, como la del rostro de Elizabeth a punto de ser besado por Jeremy mientra duerme o las lentas entradas al bar de Sue LynnePor otro lado, los trenes, los tranvías, los caminos y las rutas, en cambio, le servirán para acelerar y mostrar lo fugaz, la caducidad y lo transitorio.

Sunday, January 5, 2014

Un libro joroschó y nadsat

Anthony Burgess, el autor de La naranja mecánica, nació en Manchester, Inglaterra, en 1917 y falleció en 1993 y es considerado uno de los principales novelistas en lengua inglesa. Inició su carrera de escritor en Malaya (denominación británica de un los estados que constituyeron, en 1963, la Federación de Malasia) durante los últimos años de la década de los 50. Escrita en 1962, la obra está inspirada en un durísimo acontecimiento que vivió en Gibraltar. Allí se enteró de la internación de su esposa en el hospital de Londres. Esta había sido asaltada en la calle por un grupo de desertores americanos que intentaron robarle y la golpearon hasta provocarle el aborto de su hijo. Luego de ese horrible episodio tuvo la inspiración necesaria para escribir un texto violento, provocador y brutal. 

La historia nos sitúa, más que en un oscuro futuro indeterminado, cruel y pesimista, una verdadera antiutopía. Allí vive Alex, el narrador homodiegético en primera persona. Un chico de ¡quince años! que le encantan la música clásica, en especial “La novena” de Beethoven, estar siempre a la última moda, la violencia, el sexo duro con lindas chicas, no ir a la escuela, no respetar a sus padres, y demás acciones que a cualquiera le escandalizarían o no, en un niño de quince años el cual lleva todo eso adelante con goce. Se reproducen, en cierta manera, hiperbolizados, los nuevos valores de la sociedad de posguerra. Una sociedad que solo desea satisfacer su goce a través de la violencia y el sexo para evadirse de la basura que propone una sociedad decadente. 

Es a causa de esa realidad, que este adolescente tiene su pandilla de vándalos a los que llama “drugos”[1], con los que sale a golpear ancianos, a violar, a robar. Pero la violación no es una violación cualquiera, sino que la mujer que la sufre es la esposa de un escritor, que está escribiendo chan, chan, chan, “La naranja mecánica”Puesta en abismo interesante. Se puede pensar, teniendo en cuenta lo planteado al comienzo, que Burgess hace en la introducción de este violento suceso arte de su sufrimiento, logra sublimar su padecer en obra de arte.  

Pero este film, nos mostrará que no se puede vivir siempre en el desenfreno y, por eso, en una de esas “tiernas actividades”, a Alex se le pasa la mano y  mata a su víctima. Entonces, sus “drugos”, lo traicionan, lo dejan solito, viene la policía y termina preso. Aquí, Alex pasa a ser un largo número, entrará en un sistema penitenciario que buscar reformarlo a través del nuevo sistema de rehabilitación: “Ludovico”, que consiste en algunas inyecciones y ver películas, lo que al niño le parece algo no tan terrible y acepta gustoso. Pero resulta que los films no son para que goce, sino que le pasan escenas de pura violencia, con un aparato que le mantiene los parpados abiertos, mientras que un médico le pone gotas en los ojosEl sistema conductista utilizado por el gobierno, para restituir a los presos (basado en el behaviorismo y en Skinner) funciona a la “perfección”. Alex responde con  repulsión ante la violencia, ante el deseo sexual, ante la música clásica. Sin embargo, esta "curación" se convierte en un problema para él, pues a partir de aquí debe enfrentar al mundo que sigue igual o peor de enfermo que cuando lo dejó. En conclusión, vuelve a un espacio que se plante en contra de él pues es rechazado por sus padres, atacado por un grupo de ancianos, casi muerto por sus ex-drugos, que son policías yen último lugarutilizado con fines políticos. 

Más allá del gran estilo literario, de la utilización de un dialecto inventado, de las escenas de brutal violencia, el eje de la novela es: el humano visto como máquina capaz de ser moldeado dentro de un espacio perverso y decadente. Pesadilla de anticipación de la decidía, la incomunicación y la decadencia de la sociedad occidental del siglo XX que, luego de las grandes guerras y en tiempos de la "guerra fría",
se encierra en los escapes de goce que el sistema le otorga. 

Léanlo, me es difícil decirles que lo disfruten, pero si pueden, háganlo. Si no quieren leerlo sepan que está la película, una de esas de culto. El director Stanley Kubrik (Odisea 2001: en el espacio, El resplando), la llevó a la pantalla grande en 1971, protagonizada por Malcolm McDowell, como Alex 

Curiosidades

La verdadera traducción del libro no es “La naranja mecánica”. Recordemos el titulo original, A clockwork orange. La palabra “orange” significa “naranja” en castellano. Sin embargo, en este caso proviene de “ourand”, palabra de origen malayo, donde vivió muchos años Burguess, y quiere decir “persona”. Por lo tanto, según el juego de palabras creado por el autor, el titulo real de la novela es La persona mecánica. Tenemos la idea de un ser que es manipulado y manipulable como una máquina, fíjense si se cumple o no en el libro. 

Los Violadores, banda de rock argentina, tienen un tema con palabras nadsat, una canción que muchos conocen: “Uno, dos, Ultraviolento”. 

Hay dos ediciones de este libro, la inglesa, que tiene un capítulo más que la estadounidense que decidió, luego de ser estrenado el film de Kubrik, amputarlo. 

[1] Burgess, en este libro muestra su gran manejo de idiomas, inventando uno propio, inspirado en el ruso, llamado “Nadsat”, que quiere decir adolescente en esa misma lengua, o sea, los adolescentes tienen su propia forma de hablar y drugos significa: amigos.